Desde que se constituyera la 5ª República con de Gaulle hubo un bipartidismo que fue funcionando hasta las elecciones anteriores de 2017, donde los partidos clásicos se desmoronaron y, la de ayer, es la constatación de ese cambio.
La segunda vuelta está bien pensada por los franceses para dar legitimidad a su presidente.
Con los datos casi finalizados Macron tiene un 27% de los votos y Le Pen un 23%. Desde la mencionada 5ª República el presidente tiene más poder; esa fue la condición que puso el general de Gaulle en 1958 para acceder a ser presidente, y que los franceses refrendaron en su Constitución de 1958.
¿Se imaginan que Macron fuera presidente de Francia con ese 27% de votos? Es muy poco, de ahí la segunda vuelta que le proporciona como mínimo el 50% al presidente elegido.
Una segunda vuelta sale muy cara al contribuyente francés, pero da legitimidad, imprescindible. No se cuestiona.
En Estados Unidos, dado que el bipartidismo sigue funcionando, y todo se juega entre republicanos y demócratas, los porcentajes de votos del elegido son mucho más altos y nadie se cuestiona una segunda vuelta.
¿Qué pasaría si el bipartidismo desapareciese de repente, como hizo en Francia, y los porcentajes fueran como en las elecciones francesas? Por el momento es historia ficción, veremos.
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