António Costa quedará como el hombre que presidió la geringonça , palabra portuguesa que podríamos traducir por artilugio . Se trataba del gobierno minoritario del Partido Socialista que, con el apoyo parlamentario de los comunistas y del Bloco de Esquerda, gobernó Portugal entre el 2015 y el 2021. Era una solución imposible en el marco de la historia política lusa, ya que, desde el llamado “verano caliente” de 1975, después de la revolución de 1974, se había creado un foso insuperable entre los socialistas, por una parte, y los comunistas y radicales de izquierda, por otra. Además, hay que tener en cuenta que, en las generales del 2015, el Partido Socialista de Costa había quedado segundo. En el vocabulario de algunos políticos españoles, siempre tan vehementes, la geringonça lusa sería un gobierno ilegítimo.

Sin embargo, la geringonça funcionó bien. La ciudadanía lusa se acostumbró a ver en Costa el gran artista de los pactos: el acróbata político capaz de obtener acuerdos imposibles. Costa era el solucionador de todos los problemas. Funcionaba como un lubricante capaz de desatascar las maquinarias bloqueadas. En un célebre congreso en el que se discutía la modernización de la administración pública, Costa, que planteaba soluciones atrevidas consideradas imposibles, presentó una vaca voladora, un juguete que había comprado en un aeropuerto de Londres y que guardó durante diez años porque, para él, constituía un amuleto inspirador. Como dijo, ese objeto representaba que “ni que las vacas vuelen es una cosa imposible”.

Hay una perplejidad general. El socialismo europeo ha perdido uno de sus pilares

Esa visión de Costa como un mago prodigioso del pacto –el hombre capaz de darle alas al ganado vacuno– se propagó también en Europa, donde el arte de crear acuerdos resulta tan necesario. Este portugués, que parecía hecho de un bronce inquebrantable, una aleación densa, resistente, se transformó en uno de los nombres que más sonaron, durante los últimos tiempos, para ser el futuro presidente del Consejo de Europa. También como consecuencia de esta imagen positiva, Costa obtuvo la mayoría absoluta en las elecciones generales lusas del 2022. Después de este resultado, todo parecían ser autopistas en su futuro político.

Y, de repente, este personaje aparentemente indestructible se hundió a lo largo de la mañana de ayer. Unas horas bastaron para barrer del escenario una figura que parecía una garantía de estabilidad para su país, y también para la UE. La mayoría absoluta ha funcionado como una maldición para él. Durante meses, el goteo de casos de presunta corrupción dentro del gobierno socialista de António Costa ha sido constante. Ayer, las tuberías estallaron y la ciudadanía portuguesa se encontró con una inundación en casa. Entre los detenidos preventivamente están el jefe de gabinete del primer ministro, Vítor Escária, y también uno de los mejores amigos de Costa, Lacerda Machado; entre los imputados se encuentra el ministro de las infraestructuras, João Galamba, alguien que es una auténtica constelación de sospechosos agujeros negros. Al principio de la tarde, un António Costa ya sin alas de ningún tipo hizo su discurso de despedida, con elegante melancolía. Nada le pesa en la conciencia, pero, encausado en los tribunales, no puede seguir siendo primer-ministro.

¿Qué kriptonita ha debilitado al portento? En realidad, los materiales nocivos han sido otros: el hidrógeno verde, que se producirá en Sines, y el litio, un mineral que existe en el país, indispensable para las baterías contemporáneas, y que ha dado lugar a varias dudosas concesiones mineras. Alrededor de estas riquezas se han hecho negocios oscuros, en que Costa podría estar implicado. En la sociedad portuguesa, la magistratura es un verso suelto. Posee una real autonomía, no depende de un bloque político al que obedezca y jamás se sabe por dónde saldrá. Muchos políticos acusados bombásticamente fueron después absueltos o ni siquiera fueron juzgados. Este es otro dato importante: los escaparates judiciales lusos son muy vistosos, pero, cuando se llega al almacén de las existencias reales, los jueces a veces se pierden en el camino. De momento, el país está en estado de shock. Hay una perplejidad general. El socialismo europeo ha perdido uno de sus pilares. La Península Ibérica se ha transformado, toda ella, en un gran carrusel de inestabilidades. Hoy, miércoles, el presidente portugués, Marcelo Rebelo de Sousa, escuchará a los partidos con representación parlamentaria. El jueves se reunirá el Consejo de Estado y, al final de ese día, el Presidente hablará al país. Salida más probable: elecciones anticipadas.

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