El primero modelo de carro de combate que salió de la factoría de Trubia lo hizo unos cuantos años antes de la Guerra Civil, allá por 1926. «Fue un diseño único», recuerda Artemio Mortera Pérez, historiador e investigador que ayer participó en una mesa redonda en la que se analizó la contribución de Asturias a la evolución de los vehículos acorazados. Lo hizo dentro de un acto organizado por Santa Bárbara Sistemas; el ministerio de Defensa y en el que colabora LA NUEVA ESPAÑA para conmemorar el centenario del carro de combate en España y que se celebró en el teatro casino de Trubia. A solo unos metros del lugar en el que la empresa continúa fabricando carros de combate, ahora ya con los últimos avances tecnológicos.
Aquel primer vehículo de combate «nunca llegó a combatir». El programa para construirlo estaba encabezado por el capitán de artillería Carlos Ruiz de Toledo y por el ingeniero jefe de la fábrica trubieca, Rogelio Areces. «Lo hicieron sin contar con presupuesto, sin un apoyo oficial», aseguró Mortera. Aquel primer carro de combate «made in Trubia» puso rumbo a la escuela de tiro de Carabanchel donde se sometió una serie de pruebas. Las superó con éxito. «Ni llegó a combatir, ni se sabe qué fue de él», apuntó el historiador.
Unos pocos meses después de aquello Ruiz de Toledo y Areces emprendieron un viaje por Europa para recabar información sobre la forma en la que en otros países estaban haciendo estos vehículos de combate. Se encontraron con muchas puertas cerradas, recuerda Artemio Mortera. Al igual que ahora, los asuntos del Ejército son alto secreto. «En Alemania sí que consiguieron que les atendieran», recuerda. Estuvieron involucrados en la construcción de un carro gigantesco, de 150 toneladas. Nada que ver con lo que hay ahora. Los ingenieros buscan cada vez modelos más ligeros y ágiles para adelantar a los enemigos. De su viaje volvieron con un montón de ideas y también con varios motores de carros de combate. En 1927 hicieron cuatro tanques más en Trubia. Sin embargo, apunta Mortera, la República lo paró todo. Eran años «en los que no había interés por el Ejército», destaca.
Hubo que esperar a las puertas de la Guerra Civil para que la fabricación de carros de combate en Trubia se reactivara. Aunque con matices. En aquellos años, en 1936, llegó un encargo a la factoría para construir medio centenar de estos vehículos. No se llegaron a hacer. «No se pudieron fabricar porque la propia factoría estaba siendo bombardeada», aseguró el historiador. Con lo que fue una industria de Sestao (en el País Vasco) la que asumió los encargos. Hubo que esperar hasta la década de los setenta para que la factoría trubieca se rearmara y comenzara a fabricar los modelos Leopard, heredado de Alemania. A partir de ahí, Trubia comenzó a coger carrerilla.
El acto sirvió también para rendir homenaje a los trabajadores de la factoría trubieca, que participaron en un animado debate en el que se proyectaron fotos antiguas de la factoría, y que contó con la participación de Beatriz Gómez, directora de Operaciones de Santa Bárbara.