Cuando don Antonio Valdés, secretario de Marina, le presentó a Carlos III, en 1785, el estudio de cuáles colores se veían mejor en el mar, estaba claro que eran el rojo y gualda, los colores de la bandera de Aragón.
Carlos III quería aprovechar los colores de Aragón, pero también quería que se notase que él era español, no sólo un mero descendiente de Luis XIV, y quería que se viesen las reales armas de Castilla y León.
Por eso, por la distinción de colores y para que entre y se vea bien el escudo, se duplica el tamaño central.
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