EL PERSONAJE: DON FRANCISCO FERNÁNDEZ ESPAÑA
Nacido en Cambre (La Coruña) en 1905 Fernando Fernández España tuvo una vida novelesca. Muy sucintamente, en 1930 era oficial de artillería y se queda sin nada al disolver el Cuerpo el Gral. Primo de Rivera. Como tenía una mente privilegiada para las matemáticas se hace ingeniero del ICAI (jesuitas), rama electromecánica, pero en los disturbios anticlericales de 1931 queman el edificio. Para más inri, en 1932 la República suprime órdenes religiosas, los jesuitas entre ellas, de nuevo se vuelve a ver sin nada. Emprende el exilio hacia Lieja, Bélgica, donde profundiza en sus estudios.
Permaneció apartado del Ejército hasta el 20 de julio de 1936. Ese día se presentó en un cuartel de artillería al haberse proclamado el Estado de Guerra en La Coruña. El 20 de agosto parte hacia Asturias, entró en Grado el 15 de septiembre y participó en las acciones del Monte de los Pinos y el desfiladero de Peñaflor por donde las Columnas Gallegas intentaban tomar Trubia para después proseguir hasta Oviedo para socorrer a sus defensores. A modo de anécdota, decir que es muy probable que mi padre, qepd, que a la sazón estaba haciendo el Servicio Militar, estuviera con él; ya que, al menos administrativamente, estaban adscrito al Artillería de Costa nº 2 de El Ferrol. Dicho esto con cautela, espero poder en un futuro más propicio investigarlo fehacientemente.
Don Francisco relató, en la revista del Cuerpo de Artillería, la acción que vamos a narrar. Lógicamente, siendo un gran matemático describe con detalle los cálculos hechos en la acción. Pero la base de esta entrada, amén de algunos detalles que me proporcionó muy amablemente su familia, se basa en un magnifico artículo de Artemio Mortera en el nº 1 de Cuadernos de Arqueología Militar que dirige mi buen amigo Alfonso Fanjul y en la que tuve el gusto de participar en la presentación con el imponente marco de la fortificación de El Cueto (Lugones) a las espaldas.
LA CONSTRUCCIÓN DE LAS CASAMATAS ARTILLERAS
Tras el fracaso de la gran ofensiva republicana en Asturias en febrero de 1937, el Cuerpo de Ejército de Asturias temeroso de que los nacionales pasasen al ataque se emplean febrilmente en labores de fortificación. Una de las cosas que deciden es acasamatar todas las piezas de artillería. Da como resultado el conjunto más espectacular de España en casamatas artilleras; por desgracia, apenas si queda nada, ya que una vez acabada la guerra el Servicio de Regiones Devastadas las voló para obtener el acero de las vigas que las reforzaba en la cubierta.
En concreto, vamos a centrarnos en dos casamatas construidas en Priañes (Oviedo). Contrariamente a lo habitual no se situaron en contrapendiente, esta disposición permitía quedar fuera de la vista del enemigo y los disparos se hacían por elevación superando las crestas de las montañas.
Mortera deduce que el construirlas a la vista se debió a que, probablemente, en ellas se situarían dos piezas de 127 mm que tenían un tiro máximo de 21,5 grados (los obuses Schneider Trubia de 155 mm-ambos bandos disponían de ellos- tiraban sin problema en contrapendiente pues podían superar los 42 grados) y el ángulo de 21º de los cañones ingleses de 127 mm no les permitía el tiro por elevación, dadas las condiciones topográficas de la zona. No obstante, el buen calibre de esas piezas las hacían temibles y amenazaba peligrosamente los abundantes objetivos nacionales que había en el radio de acción que podían alcanzar por la orografía, unos 6 km a lo máximo. El mando nacional, alarmado, decidió la destrucción de las casamatas, si bien esperaron a que estuvieran casi terminadas para ejecutar su plan.
LA DESTRUCCIÓN DE LAS CASAMATAS DE PRIAÑES
La batería del protagonista es la elegida para destruirlas, estaba situada en Valsera (Las Regueras), a unos tres mil metros de la «Batería de la Cruz» que era el nombre de estas dos casamatas de Priañes. Las piezas elegidas son las más potentes de las que dispone el teniente España, dos Schneider de 155.
Los muros de las fortificaciones eran muy sólidos, los manuales de artillería señalaban que a la distancia a la que se encontraba el objetivo se podía destruir con la carga mínima, la nº 5. España observó como esos proyectiles rebotaban en los muros sin apenas hacerles mella. Decidió pasar a las cargas nº 2 y nº 1 siendo entonces sus efectos abrumadores. Los cálculos del teniente eran tan buenos que una de las piezas obtuvo once impactos directos sin necesidad de variar los datos de puntería.
En resumen: una de las casamatas quedó reducida a escombros tras 59 impactos directos y la otra igual con 38 proyectiles. En esta segunda, uno de los proyectiles abrió un hueco en el techo y por él se fueron colando los nuevos proyectiles disparados que explotaban en su interior.
Artemio señala en su artículo la extrañeza de la ausencia de fuego de contrabatería republicano, esta ausencia permitió a la batería del teniente España efectuar los disparos casi a placer. Cierto es que las baterías de Trubia y Sograndio respondieron, pero se hallaban desenfiladas. Ese problema no lo tenían las de Biedes, el Cogollo y Bufarán, pero por motivos que se desconocen no entraron en acción.
Las dos casamatas artilleras en la actualidad, a una de ellas le añadieron materiales para convertirla en cuadra.
P/d. Hubiera quedado mejor de título Capitán España, que suena casi a personaje heroico de cómic. Fue capitán durante unos cuantos años ya que dadas sus dotes matemáticas trabajó en el CETME (Centro de Estudios Técnicos de Materiales Especiales) donde se jubilaría como coronel, pero no soy de los que permite que un falso dato estropee el relato.
Fotos: Artemio Mortera en el nº 1 de la mencionada revista de Cuadernos de Arqueología Militar
Be the first to comment